El naufragio de la identidad en Norteamérica: Una perspectiva cervantina

 
 

 

 En un cuento sci-fi del autor cubano-canadiense Francisco García González, de 2023, un barco pesquero quebequense está recogiendo plástico, considerado un recurso en extinción, en el Alántico cuando es golpeado de pleno por un hotel flotante que se ha escapado sus amarras debido a repentinos desplazamientos tectónicos. Mientras la nave de los pescadores se llena de agua, se les acerca, primero, una fragata de guerra francesa y, luego, un crucero de la guardacostas canadiense, ambos ofreciendo socarrarlos. Los quebequenses firmemente rechazan ambas ofertas, prefiriendo hundirse a aceptar la ayuda francesa o canadiense, en francés o inglés. Es una parábola brutal si más o menos certera para una provincia cuyo gobierno conservador ha estado plegándose cada vez más sobre sí mismo. Leyes recientes prohíben que los empleados de muchas instituciones públicas se porten “símbolos religiosos” (mayormente el hiyab, pero no, curiosamente, el crucifijo); proscriben los estudios en colegios preuniversitarios a solicitantes cuyos padres no hicieron sus estudios primarios o secundarios en escuelas anglófonas en Canadá; se oponen a cualquier intento de subir el número de inmigrantes legalmente acogidos por la provincia; y fortalecen las leyes lingüísticas, ya demasiado exigentes, para obligar a los antemencionados inmigrantes a probar su fluidez lingüística en francés antes de ser aceptados en Canadá sin hablar de su estado civil como residentes permanentes. A la vez, aumentan significativamente el número requisito de cursos de francés en los colegios, lo cual está teniendo un impacto devastador en la oferta de lenguas extranjeras, incluso para los programas y cursos universitarios. Los más afectados sean tal vez las comunidades indígenas de Quebec, cuyas poblaciones aprenden sus idiomas nativos antes de hablar una segunda lengua, normalmente el inglés. En fin, el nativismo populista del partido conservador (CAQ) de François Legault está teniendo repercusiones trágicas en las actuales poblaciones nativas en la provincia; a la vez, está llevando a cabo una tácita e hipócrita subversión de una retórica política que enfatiza la verdad histórica y la reconciliación con respecto a las políticas históricamente genocidas, tanto al nivel provincial como federal, hacia las First Nations.

Este programa ideológico y legislador se alza sobre dos factores principales: por un lado, la desinformación respecto a la supuesta fragilidad del francés junto con la supuesta resistencia de los inmigrantes hacia el aprendizaje del idioma mayoritario de Quebec; por el otro, el rechazo del gobierno de Legault de reconocer la existencia del racismo sistémico en la provincia. Las conclusiones de los informes de Statistics Canada citadas como evidencia del declive del francés se sitúan cómodamente dentro del margen de error estadístico; pero la manipulación de los datos de Legault va aún más allá, su partido está hiperenfocada en los francófonos cuya “lengua materna” es el francés y quienes hablan el francés en casa, una circunstancia que no se puede solucionar con la legislación. Como resultado, nosotros que somos funcionales en el francés, trabajamos en francés, o cuyos hijos se han graduado de escuelas francófonas no contamos como plenamente francófonos y, por ende, ciudadanos de Quebec con plenos derechos. Al mismo tiempo, el declive histórico del inglés en lugares que actualmente son enclaves de parlantes francófonos—Quebec City, por ejemplo—se ignora completamente, junto con incidencias serias del racismo sistémico en los hospitales, escuelas y, claro, las agencias de orden público.

 Más recientemente, ha duplicado efectivamente la matrícula universitaria para los estudiantes de fuera de la provincia y ha aumentado considerablemente la matrícula para los estudiantes internacionales en las universidades inglesas, en una clara declaración de que si no eres de Quebec, no eres bienvenido en Quebec. De todos modos, si decides venir a estudiar a Concordia or McGill, estamos muy contentos de utilizar tu matrícula para subvencionar otras instituciones. No importa que la provincia haya explotado sistemáticamente las matrículas internacionales para financiar la red francófona (la mayoría de los estudiantes internacionales vienen a estudiar a universidades inglesas); no importa que ya haya escasez laboral en Quebec; no importa que el motor económico y de ingresos fiscales de la provincia, Montreal, vea su economía gravemente afectada por la falta de estudiantes de fuera de la provincia e internacionales. Está bastante claro que la gran mayoría de estos estudiantes se huirán a otra parte, al no estar interesados y mucho menos capacitados lingüísticamente para estudiar en las instituciones francófonas. Una cosa es intentar gobernar un barco que hace agua y otra muy distinta es quitar sistemáticamente las tablas de su casco agujereado.

 En un contexto político y económico que vuelve cada vez más global e interconectado, un entorno en que las poblaciones ‘nativas’ están disminuyendo a través de Europa y Norteamérica, la campaña de Legault es tan miope como es políticamente oportunista, una plataforma que complace a los votantes más nativistas y nacionalistas, mientras que perjudica el futuro de la provincia con el despoblamiento y el aislamiento político, económico y lingüístico. De forma absurda, como revela el cuento de García González, los individuos más negativamente afectados con respecto a los cambios ‘tectónicos’ en la política educativa son los mismos quebequenses, cuya libertad para elegir su colegio preuniversitario no es determinado por sus logros o aspiraciones académicos y profesionales sino por el récord escolástico de sus padres. De manera parecida, la llamada “ley para proteger el secularismo” se dirige exclusivamente hacia lo que el gobierno defina como símbolos religiosos y su eliminación de instituciones públicas. Es instructivo que un enorme crucifijo se colgara encima del sillón del presidente de la Asamblea Nacional de Quebec de 1936 a 2019, hasta que su flagrante contradicción con la nueva ley, aprobada rotundamente por ese mismo organismo legislativo, hizo desagradable su continua exhibición. Irónicamente, Legault había intentado defender la muestra del máximo símbolo del catolicismo al declarar que era un símbolo cultural y no religioso, lo cual es acertado en una sociedad secular con una historia católica. Trágicamente, o ciegamente, él y el resto de los representantes fueron incapaces de aplicar esta definición a la hiyab, el único llamado símbolo religioso perseguido bajo la ley. La acusación y breve proceso resultó en el despedido de una instructora musulmana de la primaria durante una carestía severa de maestros de escuela.

 Este era el contexto político y social cuando fui invitado a co-organizar y participar en un evento celebrando Muslim Awareness Week, durante el otoño de 2022. Este encuentro público reunió un conjunto diverso de panelistas para hablar de la vestimenta musulmana y sus variados usos y significados: un donante filantrópico, un candidato político al nivel provincial, dos académicos, y una agregada cultural de Omán. Las presentaciones incluían un panorama histórico anclado en la edad media, una serie de imágenes contemporáneas de Omán y mi presentación sobre la representación literaria de moros y moriscos en las obras de Cervantes. Los retratos matizados de Cervantes proveyeron, y siguen proveyendo, una crítica puntual y útil de leyes y discursos que sofocan la libertad de lengua, vestimenta, identidad de género, etc., a través del mundo, tanto en el pasado como ahora.

 El árabe hace su entrada al comienzo del primer libro de Don Quijote cuando el vecino de Alonso Quijano descubre al nuevamente nombrado caballero en el suelo, molido e incapaz de levantarse. Antes en el episodio, un grupo de mercaderes había negado a reconocer la belleza superior de Dulcinea sin ver un retrato de ella, diciendo que “aunque su retrato nos muestre que es tuerta de un ojo y que del otro le mana bermellón y piedra azufre…diremos en su favor todo lo que quisiere”. Enfrentado con tal insolencia y risa, el enfurecido caballero baja su lanza y ataca a los mercaderes, cuando Rocinante tropieza y tira a su amo al suelo; para aumentar su desgracia, un joven mozo de mulas le golpea con su propia lanza. Cuando el preocupado vecino intenta ayudar a Don Quijote, el combatiente derrotado prosigue a comparar su situación con la de Rodrigo de Narváez, el protagonista moro de El Abencerraje, quien solo es vencido después de ganar a un batallón de caballeros armados. La alusión al apuro del moro y su eventual deuda infinita a su señor cristiano funciona como una introducción curiosa a la saga de Don Quijote como la encarnación del heroísmo católico decidido a volver a España a su perdida grandeza, comparando su vencimiento ignominioso con el del viril y enamorado moro.

Más tarde en el primer libro escuchamos la historia del cautivo, la cual se trata de un soldado cristiano que es secuestrado por piratas y encarcelado en Argel hasta que sea rescatado. Después de una serie de intentos de escaparse, Ruy Pérez es seducido con oro y promesas de matrimonio por Zoraida, la hija hermosa de un renegado rico, con el fin de ayudarla a huir a España, donde quiere vivir una vida cristiana como la esposa de Pérez. Por delicioso que sea, este romance produce más preguntas que respuestas. ¿Cómo es posible que una joven en las primicias de su conversión religiosa engañe y traicione a su padre? ¿De verdad será acogida una mujer árabe en un país dominado por una política racista, aun si se convierte al cristianismo? Al mismo tiempo, ¿será juzgado confiable un hombre español que regresa de Argel con una mujer árabe a ese mismo país?

 El segundo libro es aún más provocador. Después de su breve y doloroso turno como gobernador de la ínsula de Barataria, Sancho se encuentra con un grupo de gente vestida como peregrinos en el camino de Santiago. Cuando uno de los peregrinos se le acerca, Sancho tarda un tiempo en reconocerlo como su vecino morisco. Ricote ha contravenido el decreto de expulsión de 1609 de Felipe III, volviendo a España para cobrar su tesoro escondido junto con su hija Ana Félix. Aquí, Cervantes introduce el estereotipo del árabe codicioso, el cual sorprende al lector con su sincera recitación de los razonamientos racistas que disculpan la expulsión. David Castillo llama el auto-odio que subtiende la encarnación de esta ideología racista de la parte de Ricote un ejemplo irónico de “ortodoxia excesiva.” En las palabras de la novelista Lorrie Moore, “there is no disenthralling a determined creature.” Sin embargo, este impulso liberador parece ser el intento preciso de Cervantes al hacer que el otro exiliado y denigrado refleje estos odiosos pensamientos racistas a un@s lectores empeñados en su propio odio.

La hija del morisco exiliado es otra historia. Cuando su padre estaba en Alemania intentando arreglar un nuevo hogar para su familia, dos tíos de Ana Félix se encaminaron al norte de África, llevando a Ana consigo. Los problemas comienzan cuando el noble y cristiano pretendiente de la joven morisca, el hermoso don Gregorio, decide acompañar a los refugiados políticos. Cuando llegan a su destino, la curiosidad del rey argelino es despertado por la bellísima mujer y las riquezas que, según los rumores, tiene en su posesión. Y cuando los privados del rey le dicen que un muchacho atractivo los ha acompañado su interés se intensifica y calienta. Para salvaguardar el honor de don Gregorio, Ana Félix le cuenta al rey que el varón joven es, en realidad, una mujer, disfrazada, lo cual atenúa el entusiasmo del rey; no obstante, rápidamente cambia de idea, declarando que va a guardar a la damisela para regalar a su superior, el Gran Turco. En fin, Gregorio, ya disfrazado como doncella, es colocad@ baj@ la protección de una venerable dama de la corte. Ana Félix, en el mientras entonces, disfrazada como un capitán de piratas, es enviada a España al frente del timón de un barco.

 Es tan parecida a un pirata, de hecho, que cuando vuelve a la costa española, la armada del virrey de Barcelona se activa para perseguir el barco extranjero. Ana Félix y su tripulación son capturados casi inmediatamente y en el momento en que la van a ahorcar delante del virrey, la joven mujer revela su identidad verdadera, cuenta su historia conmovedora, y abraza a su padre, el cual llora cuando no está desmayado. Increíblemente, el virrey perdona a ambos padre e hija, efectivamente anulando su exilio. Si Ricote escenifica la racista ideología imperial a expensas de su propia identidad cultural y étnica, el máximo representante de la autoridad monárquica llega a un reconocimiento de la nobleza inherente del pueblo que debe, legalmente, perseguir y castigar. Las dos oraciones son absurdas en su propia manera, que es exactamente el punto: la ideología racista ha pervertido la capacidad de todos de ver a la gente de carne y hueso victimizada por el edicto de expulsión a la vez que desvelar a los que sacan provecho de ella, disfrazando su voluntad de poder detrás de ficticios constructos de identidad fundados sobre contingencias lingüísticas, culturales, y raciales.

 Aquí en Norteamérica, no importa si nos referimos a los intentos de Ron DeSantis de proscribir la teoría crítica del racismo y a la vez borrar la historia de la violencia racial de la educación estadounidense, los esfuerzos de François Legault de borrar a quebequenses cuya lengua materna no sea el francés, o las odiosas y deshumanizantes caricaturas utilizadas por Donald Trump para demonizar a todos quienes se opongan a su asalto contra las instituciones democráticas de los EEUU, la formulación de un discurso racista y supremacista según ficticias nociones nativistas de identidad surge de una voluntad personal y antidemocrática de poder. El pronunciamiento persistente de ideales de integridad cultural, verdad histórica, y renacimiento nacional en el mismo acto de destruir culturas, vender mentiras históricas y desmantelar cualquier sentimiento colectivo de pertenencia ofrece un modelo ejemplar de gaslighting. Estas pretensiones de liderar a través de la demonización y amputación de elementos cruciales de nuestras sociedades e historias solo llevan al desastre, como ejemplificado en la resucitación perspicaz de la metáfora del naufragio de García González, brillante en su memorialización tácita del descubrimiento y conquista europeas de América. Al enlazar este tropo con la piratería y la adopción del virrey barcelonés de la falsa pirata, Cervantes añade un toque deleitoso de latrocinio a la entera empresa: historias robadas, vidas robadas, futuros robados…

 

Bradley J. Nelson

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